Detrás del espectáculo
El diccionario de la Real Academia Española, define la palabra espectáculo:
“Del Latin spectacŭlum, derivado de spectāre 'contemplar'.
1. (masculino) Función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar en que se congrega la gente para presenciarla.
2. (masculino) Conjunto de actividades profesionales relacionadas con los espectáculos. La gente, el mundo del espectáculo.
3. (masculino) Cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles.
4. (masculino) Acción que causa escándalo o gran extrañeza. Dar un espectáculo.”
La primera vez que estuve entre “la gente congregada para presenciar una función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar…” fue en 1954. Tendría alrededor de 10 años de edad.
Era cerca de las cinco de la tarde; regresaba de mi escuela Juan de Maldonado, caminando solo hacía mi casa y en la esquina de la calle Vargas con el callejón Zamora, muy cerca de la plaza Baralt en Maracaibo, me detuvo una multitud. Ésta, mayormente conformada por mujeres, intentaba subir por un zaguán escalonado a la parte alta de un pequeño edificio. La ansiedad de las muchachas por entrar, me incitó a acompañarlas. No fue fácil la incursión: no cabíamos por la escalera y menos en el salón que nos recibiría. Sin embargo, mi baja estatura de niño me ayudó. Prácticamente gateando, logré entrar y una vez allí, por el bullicio de las damas, supe que el evento era especialmente dedicado a ellas. Pero aún no sabía de qué se trataba. Entonces me di cuenta que sólo había alcanzado llegar hasta una especie de antesala, que precedía a un salón principal, separado por una pared compuesta por mampostería abajo y cristal en la parte superior. Cómo no lograba descubrir lo que entusiasmaba a las espectadoras del otro lado del vidrio, logré subirme sobre un cajón muy grande, contenedor de altavoces, donde -cual palco- estaban en pie dos o tres chicas. Desde allí pude ver, por primera vez, una sala llena. Simultáneamente, una música calló la algarabía y se oyó la voz de un cantor que extasiaba a las chicas del lugar: ALFREDO SADEL ¡en vivo! por la radio Ecos del Zulia, en Maracaibo, Venezuela…
Veinticuatro años después -en 1978- yo le estaría produciendo el disco SADEL EN CUBA, al Tenor favorito de Venezuela.
El disco ha sido el contenedor preferido de la música y las canciones; uno de los productos más solicitados de la industria del entretenimiento. Por su intermedio se han difundido miles de millones de obras musicales y sus intérpretes. Con ellos se han hecho famosas las voces de los artistas y han promovido sus presentaciones en vivo: sus espectáculos. Estos eventos -los espectáculos- son la meca de sus actuaciones. El éxito de un profesional del espectáculo se determina por la afluencia que convocan sus presentaciones, recitales, conciertos, giras, tours. Y con ellos, sus recaudaciones.
El espectáculo convoca a los seguidores de los artistas. Ellos -los fans- van a aplaudir a sus ídolos y más aún: sus éxitos. Los temas más populares, los que los han hecho famosos a ellos, a través de sus discos difundidos por las radios, la televisión y el internet. Pudiéramos decir que el espectáculo es la aparición -¡en vivo!- del disco.
El protagonista de un espectáculo, el personaje principal del concierto, recital, o musical, es asistido por un grupo muy grande de personas: “La gente, el mundo del espectáculo”. Profesionales que hacen posible la realización del evento. Estos están “detrás del espectáculo”. Es decir, en la parte no iluminada, invisible o posterior del escenario. También fuera de la sala o recinto de la función. Somos muchos. Bastante. Modestamente: soy uno de ellos…
La ilustración “Detrás del espectáculo”, en la parte superior de esta página, es obra del artista Kees Verkaik (1987)